Con las cosas de comer no se juega

 

La nueva reforma de la Política Agraria Comunitaria (PAC) está a punto de entrar en vigor. Un nuevo marco del que dependerá el futuro de miles de familias europeas y del mundo rural.

 

Según la Comisión Europea, la nueva PAC busca afrontar los retos presentes y futuros del campo europeo y uno de sus pilares en los que se asienta es la nueva “arquitectura verde”. Palabras bonitas, discursos grandilocuentes, pero lo cierto y verdad es que se trata de una reforma que lo único que evidencia es el desconocimiento absoluto que tienen los legisladores de la UE sobre la agricultura y el mundo rural, con normas dictadas desde un despacho en la ciudad por personas que nunca han pisado el campo.

 

De hecho, parece que la nueva PAC es una reforma para justificar la maquinaria funcionarial de Bruselas, puesto que su base es volver a incrementar la burocracia a los agricultores y ganaderos con nuevos mecanismos que suponen más complejidad: pago base, pago redistributivo, pago acoplado, eco-esquemas, ayudas agroambientales, etc. Un galimatías burocrático que obligará a los agricultores y ganaderos a que echemos más horas rellenando papeles que produciendo, que es lo que sabemos hacer.

 

Legislar a cada segundo y sin conocer la realidad del medio rural, además de ser un error, es una forma de acabar con el espíritu y los objetivos iniciales de la Política Agraria Común, como son garantizar alimentos sanos y saludables a los ciudadanos, fijar población en las zonas rurales y garantizar precios dignos para el agricultor, principios que cada vez están más alejados de la realidad de Europa.

 

El principal pago del agricultor, como es el pago base, va a reducirse más de la mitad, pasando del 85% al 40% para engordar la llamada agricultura verde, que no es nada más que una falsa sostenibilidad y un falso ecologismo muy alejado de la realidad y que se dicta porque suena bien, aunque no diga nada.

 

Y mientras en Bruselas están enzarzados en discutir sobre la “arquitectura verde” no se dice nada de los bajos precios en nuestras producciones; no se dice nada sobre cómo garantizar que el campo no sea el paganini de las batallas comerciales en el exterior con aranceles a nuestros productos, y no se dice nada de la competencia desleal en las exigencias sobre la trazabilidad de los productos que se importan… ¿De qué hablan entonces? De discursos vacíos.

 

Europa se está equivocando de forma muy clara, puesto que lo que están haciendo es echar tierra sobre un sector fundamental, al que están asfixiando y obligando a que sea abandonado, con el peligro que puede suponer, como se ha demostrado durante la pandemia.

 

En los primeros momentos de coronavirus vimos cómo se producía desabastecimiento de ciertos productos, algo que era inimaginable en el siglo XXI, pero todo fue porque el mercado internacional se vio superado y se produjo un desabastecimiento generalizado. 

 

Si ese mismo desabastecimiento se hubiera generado en productos básicos, como son los alimentos, ¿qué habría pasado entonces? Habría sido una situación caótica con efectos en la sociedad que sería inimaginable. Esto no ha ocurrido porque tenemos agricultores y ganaderos en Europa que llenan nuestras neveras sin dependencia del exterior, lo que nos da seguridad, algo que no entienden los burócratas, que acorralan al campo con más y más reglamentos.

 

Con las cosas de comer no se juega y la Unión Europea no puede depender del exterior en algo tan básico como son nuestros alimentos, además de ser un sector básico para el mantenimiento de nuestro medio rural que es el último reducto natural y el pulmón de Europa. La reforma de la PAC no puede ir contra los agricultores. Todavía estamos a tiempo de hacer bien las cosas porque nos jugamos mucho.

 

Juan Metidieri Izquierdo

Presidente de APAG Extremadura Asaja